La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas.
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La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas.
En realidad, todas las cosas, todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos con profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva, remite a Dios.
El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz.
El hombre es esencialmente un ser social; con mayor razón, se puede decir que es un ser familiar.
La familia está llamada a ser templo, o sea, casa de oración: una oración sencilla, llena de esfuerzo y ternura. Una oración que se hace vida, para que toda la vida se convierta en oración.
La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida.
La paz no se escribe con letras de sangre, sino con la inteligencia y el corazón.