En la tremenda corriente contemplo el último instante de mi vida. La corriente es tan fuerte que lo arrastraría todo, incluso piedras, una catedral, una ciudad. Hay una tempestad que ruge en el interior de las aguas del río. Del viento que se debate
Mostrando de la 1 a la 10 de 56 frases de Marguerite Duras.
En la tremenda corriente contemplo el último instante de mi vida. La corriente es tan fuerte que lo arrastraría todo, incluso piedras, una catedral, una ciudad. Hay una tempestad que ruge en el interior de las aguas del río. Del viento que se debate
La imagen había participado de esta imagen, adelantándose: El mar, informe, simplemente incomparable… El mar, la intensidad que recoge, se aleja, vuelve
Nada tiene tiempo de hundirse, todo es arrastrado por la tempestad profunda y vertiginosa de la corriente interior, todo queda en suspenso en la superficie de la fuerza del río
Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: La conozco desde siempre
Ella vive todavía. Incita al asesinato en tanto que vive. Se pregunta cómo matarla y quién la matará. Usted no quiere nada, a nadie, incluso esa diferencia que usted cree vivir usted no la quiere
El mejor modo de llenar el tiempo es gastándolo
Cuando muere es un día triste. De primavera, creo, de abril. La muerte llevaba ventaja sobre el final de su historia. En vida ya estaba acabado, era demasiado tarde para que muriera, era un hecho desde la muerte del pequeño hermano. Las palabras subyugantes: Todo está consumado
La historia de mi vida no existe. Eso no existe. Nunca hay centro. Ni camino, ni línea donde se insinúa que alguien hubo, no es cierto, no hubo nadie… Para mí todo empezó así, por ese rostro evidente, extenuado, esas ojeras que se anticipaban al tiempo, a los hechos
No creo a la gente que dice: 'He roto mi manuscrito, lo he tirado'. No lo creo. O bien lo que estaba escrito no existía para los demás, o no era un libro. Y uno siempre sabe lo que no es un libro
Para ella, la niña, esta "cita de reencuentro", en ese lugar de la ciudad, había quedado siempre como el del inicio de su historia, aquél por el cual se había convertido en los amantes de los libros que había escrito