No te asomes a la ventana, que no hay nada en esta casa. Asómate a mi alma
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No te asomes a la ventana, que no hay nada en esta casa. Asómate a mi alma
No me llaga ningún mal ni ninguna cuerda rota: lo que tu atención hoy nota fue siempre en mí natural
Una gota de pura valentía vale más que un océano cobarde
No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida
Quien se para a llorar, quien se lamenta contra la piedra hostil del desaliento, quien se pone a otra cosa que no sea el combate, no será un vencedor, será un vencido lento
Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento
Esta ciudad no se aplaca con fuego, este laurel con rencor no se tala. Este rosal sin ventura, este espliego júbilo exhala
Cuerpos como un mar voraz, entrechocado, furioso. Solitariamente atados por el amor, por el odio, por las venas surgen hombres, cruzan las ciudades, torvos
Sangre que no se desborda, juventud que no se atreve, ni es sangre, ni es juventud, ni relucen, ni florecen
El mundo es como aparece ante mis cinco sentidos, y ante los tuyos que son las orillas de los míos