En la vida, lo más triste, no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo.

Afortunadamente, el hombre sólo puede comprender un cierto grado de desgracia; más allá de este grado, la desgracia le aniquila o le deja indiferente.

No hay desgracias para los corazones débiles. La desgracia quiere un corazón fuerte.

Mejor que combatir una desgracia es, a veces, tratar de ser feliz dentro de ella. Se sufre menos del dolor mismo que de la manera como se le acepta.

Cuando el infortunio se generaliza en un país, se hace universal el egoísmo. La mayoría de las desgracias son peores como amenaza que como realidad.