No hay mejor medida de lo que una persona es que lo que hace cuando tiene completa libertad de elegir.

Entre dos males no elijas ninguno.

Pueden prohibirme seguir mi camino, pueden intentar forzar mi voluntad. Pero no pueden impedirme que, en el fondo de mi alma, elija a una o a otra.

El que elige mal para sí, elige mal para el prójimo.

No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.

Cada elección tiene su anverso, es decir, una renuncia, por lo que no hay diferencia entre el acto de elegir y el acto de renunciar.

Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una elección.

Es necesario correr riesgos, seguir ciertos caminos y abandonar otros. Nadie es capaz de elegir sin miedo.

De los males debemos escoger el menor.