El enemigo sólo empieza a ser temible cuando empieza a tener razón.

Creer que un enemigo débil no puede dañarnos es creer que una chispa no puede causar un incendio.

Enemigo no es aquel que tienes delante con una espada en la mano, sino aquel que está a tu lado escondiendo un puñal en la espalda.

Las enemistades ocultas y silenciosas son peores que las abiertas y declaradas.