El suicidio no es abominable porque Dios lo prohíba; Dios lo prohíbe porque es abominable.

Matarse por no morir es ser igualmente necio y cobarde.

Un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo.

¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.

Cuando la muerte ha igualado las fortunas, las pompas fúnebres no deberían diferenciarlas.

No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.

La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo.

A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd.

La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.

Duerme con el pensamiento de la muerte y levántate con el pensamiento de que la vida es corta.