Para el alma desolada y huérfana no hay estación risueña ni propicia
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Para el alma desolada y huérfana no hay estación risueña ni propicia
Hierve la sangre juvenil, se exalta lleno de aliento el corazón, y audaz el loco pensamiento sueña y cree que el hombre es, cual los dioses, inmortal
Adiós, ríos; adiós, fuentes; adiós, regatos pequeños; adiós, vista de mis ojos: no sé cuando nos veremos
No subas tan alto, pensamiento loco, que el que más alto sube más hondo cae
¡Cuán bella y caprichosa es la alegría!
¿Por qué tan terca, tan fiel memoria me ha dado el cielo?
Inexplicable angustia, hondo dolor del alma, recuerdo que no muere, deseo que no acaba
Frío y calor, otoño o primavera, ¿dónde..., dónde se encuentra la alegría? Hermosas son las estaciones todas para el mortal que en sí guarda la dicha
¡Oh tierra, antes y ahora, siempre fecunda y bella!
No importa que los sueños sean mentira, ya que al cabo es verdad que es venturoso el que soñando muere, infeliz el que vive sin soñar