Cuando una medicina no hace daño deberíamos alegrarnos y no exigir además que sirva para algo.
La medicina ha prolongado nuestra vida, pero no nos ha falicitado una buena razón para seguir viviendo.
Los médicos trabajan para conservarnos la salud, y los cocineros para destruirla, pero estos últimos están más seguros de lograr su intento.
El progreso de la medicina nos depara el fin de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería.
Cuando un médico va detrás del féretro de su paciente, a veces la causa sigue al efecto.
La fama suele alcanzar a aquellos que están pensando en otra cosa.
La memoria es como una red: uno la encuentra llena de peces al sacarla del arroyo, pero a través de ella pasaron cientos de kilómetros de agua sin dejar rastro.
Nuestro amor es el hogar, y el hogar pueden abandonarlo nuestros pies pero nunca nuestros corazones.
El joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones.
El carácter de todo acto depende de las circunstancias en las que se hace