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El hombre sabe transfomar su mundo exterior con su genio y voluntad. Aprenda a transformar también con su voluntad y su genio sus propios egoísmos, y entonces sí que todo será luz.
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Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta.
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Amor es sacrificio, no egoísmo; quien busca en el amor su propia complaciencia va tras lo que ansía loca e irracionalmente: es egoísta.
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El egoísmo verdaderamente inteligente consiste en procurar que los demás estén muy bien. Para que, de este modo, uno esté algo mejor.
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El amor es el intercambio entre dos fantasías y el contacto entre dos egoísmos.