El hombre sabe transfomar su mundo exterior con su genio y voluntad. Aprenda a transformar también con su voluntad y su genio sus propios egoísmos, y entonces sí que todo será luz.
Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta.
Amor es sacrificio, no egoísmo; quien busca en el amor su propia complaciencia va tras lo que ansía loca e irracionalmente: es egoísta.
El egoísmo verdaderamente inteligente consiste en procurar que los demás estén muy bien. Para que, de este modo, uno esté algo mejor.
El amor es el intercambio entre dos fantasías y el contacto entre dos egoísmos.
El hombre que se levanta es aun más grande que el que no ha caído.
Para el espíritu, como para el cuerpo, lo que limita la acción menoscaba la alegría.
El mejor homenaje que puede tributarse a las personas buenas es imitarlas.
El aburrimiento es la suprema expresión de la indiferencia.
La pasión no es una especie de monstruo, como tal vez imaginamos: su deformidad está en su violencia. Todo afecto, toda inclinación, todo deseo, puede llegar a ser pasión, y las pasiones, aunque nos parezca que nacen gigantes, porque realmente lo son cuando las notamos, tuvieron un momento en que fueron afectos, inclinaciones, deseos moderados.