Si cometieres una acción vergonzosa, no creas que podrás ocultarla; y aunque lograras esconderla a los ojos de los demás, tu conciencia la descubriría.
La conciencia se asemeja a las facultades espirituales: necesita ser educada. Ejercitándola se la enseña a ver más acertadamente.
La conciencia es la línea recta; la vida es el torbellino. Este torbellino tan pronto lanza sobre la cabeza del hombre negrura del caos como hace brillar sobre ella un cielo azul.
¿Cómo puedes llegar a conocerte a ti mismo? Nunca por la reflexión, sino esforzándote y tratando de cumplir tu deber, sabrás en seguida qué pensar de ti.
La conciencia es el caos donde se agitan las quimeras, los apetitos y los intentos, el horno de los sueños, el antro de los pensamientos vergonzosos, el pandemónium de los sofismas y el campo de batalla de las pasiones.
Ten buena conciencia y tendrás siempre alegría. Si alguna alegría hay en el mundo la tiene seguramente el hombre de corazón puro.
Si te parece que sabes mucho y entiendes mucho, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras.
No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más.
El hombre propone, y Dios dispone.