El innegable giro del pensamiento filosófico hacia la ética puede ser sólo el signo de que por ahí anda la única respuesta a la pregunta por el sentido de la realidad. Si la idea de un mundo mejor no es suficiente estímulo para luchar por él, si esa idea, unida a la esperanza de que la transformación de la realidad es posible, no introduce sentido en la existencia, entonces habrá que concluir que la ética no tiene que ver nada con nosotros