Los celos son la medianería entre el amor y el odio.
Menudencias leves como el aire son para el celoso pruebas irrefutables como un testimonio de las Sagradas Escrituras.
Los celos de la mujer proceden ordinariamente del despecho; los del hombre son hijos del egoísmo.
Ni siquiera la prueba de lo absurdo de sus sospechas podrá consolar al celoso, porque los celos son una enfermedad de la imaginación.
El que no tiene celos no está enamorado.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Quien no buscó amigos en la alegría, en la desgracia no los pida.
Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro.
La probabilidad de hacer mal se encuentra cien veces al día; la de hacer bien una vez al año.
La conciencia es, a la vez, testigo, fiscal y juez.