Todo error deja una enseñanza, toda enseñanza deja una experiencia y toda experiencia deja una huella.
Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas.
Las enseñanzas orales deben acomodarse a los hábitos de los oyentes.
Para enseñar a los demás, primero has de hacer tú algo muy duro: has de enderezarte a ti mismo.
La mayor parte de la gente confunde la educación con instrucción.
Entre un hombre culto y un erudito hay la misma diferencia que entre un libro y un índice de materias.
La galantería es un juego en el que todo el mundo hace trampas; los hombres se juegan la sinceridad y las mujeres el pudor.
Como el miedo es el mayor suplicio de los tiranos, el crimen más irremisible a sus ojos, es hacerles sentir miedo.
Una de las mayores pruebas de mediocridad es no acertar a reconocer la superioridad de otros.