Oponerse directamente a las opiniones es el medio de echarlo todo a perder.
Hemos de pensar que los que sostienen opiniones contrarias a las nuestras no son necesariamente bárbaros; muchos saben usar la razón tan bien como nosotros y hasta mejor.
Las opiniones sólo me interesan cuando conducen a acciones y sacrificios. Prefiero a un hombre que piensa lo contrario que yo, pero que me agrada e impone como persona, antes que a un correligionario que puede que sea un cobarde y un parlanchín.
No hace falta defender siempre la misma opinión porque nadie puede impedir volverse más sabio.
No es muy dificil atacar las opiniones ajenas, pero sí el sustentar las propias: porque la razón humana es tan débil para edificar, como formidable ariete para destruir.
Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación.
La fuerza y el engaño son, en la guerra, las dos virtudes cardinales.
La ociosidad es la madre de la filosofía.
Hay muy pocos que sean tan necios que no prefieren gobernarse a sí mismos antes que ser gobernados por otros.
De la igualdad de habilidades surge la igualdad de esperanzas en el logro de nuestros fines.