Por bien que uno hable, si habla en demasía acabará diciendo alguna necedad.
Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz.
Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar toda duda.
Despacito y buena letra: el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas.
Hablar con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala.
La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces.
Un buen padre vale por cien maestros.
No es nada fácil abandonar la virtud; ella atormenta durante mucho tiempo a los que la abandonan.
La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla.
Hay mucha diferencia entre viajar para ver países y para ver pueblos.