Cuando las calamidades caen sobre un Estado, se olvidan los dioses y nadie se preocupa de honrarlos.
Apenas son suficientes mil años para formar un Estado; pero puede bastar una hora para reducirlo a polvo.
Los Estados, para la diplomacia, no son los pueblos, sino los reyes que los dirigen o los esclavizan.
Todos los Estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento.
El estado es un inmenso cementerio al que van enterrarse todas las manifestaciones de la vida individual.
Abstente de apresurarte en demasías y de arriesgar resoluciones impetuosas.
Cada uno de los movimientos de todos los individuos se realizan por tres únicas razones: por honor, por dinero o por amor.
Sólo hay dos palancas que muevan a los hombres: el miedo y el interés.
La batalla más difícil la tengo todos los días conmigo mismo.
Cuando quiero que un asunto no se resuelva lo encomiendo a un comité.