Cuando las calamidades caen sobre un Estado, se olvidan los dioses y nadie se preocupa de honrarlos.
Apenas son suficientes mil años para formar un Estado; pero puede bastar una hora para reducirlo a polvo.
Los Estados, para la diplomacia, no son los pueblos, sino los reyes que los dirigen o los esclavizan.
Un hombre de estado debe tener el corazón en la cabeza.
Todos los Estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento.
El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan.
La religión es el opio del pueblo.
Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.
El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra.
Los seres humanos hacen su propia historia, aunque bajo circunstancias influidas por el pasado.