El alma desordenada lleva en su culpa la pena.
Los sentimientos de culpa son muy repetitivos, se repiten tanto en la mente humana que llega un punto en que te aburres de ellos.
Como en las deudas, no cabe con las culpas otra honradez que pagarlas.
Echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.
La culpa no está en el sentimiento, sino en el consentimiento.
De todas las virtudes, la más difícil y rara es la justicia. Por cada justo se encuentran diez generosos.
Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.
Las lágrimas son el sagrado derecho del dolor
Sentir y pensar, si se piensa bien, son el ciego que lleva al paralítico