Para conocer a la gente hay que ir a su casa.
Si me hubiese quedado tranquilo en mi casa en vez de irme a sufrir por el mundo, ¡no me habría ahorrado pocas penas y pocos zapatos!
Nuestro amor es el hogar, y el hogar pueden abandonarlo nuestros pies pero nunca nuestros corazones.
El hogar es la prisión de la soltera y el hospicio de la casada.
Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el hogar público.
La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?
Duerme con el pensamiento de la muerte y levántate con el pensamiento de que la vida es corta.
No hables mal del puente hasta haber cruzado el río.
Nadie prueba la profundidad del río con ambos pies.
Cuando el último árbol sea cortado, el último rio envenenado, el último pez pescado, solo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come