Es mejor ser hombre que mujer, porque hasta el hombre más miserable tiene una mujer a la cual mandar.
Es un principio indiscutible que para saber mandar bien, es preciso saber obedecer.
Si te propones algún día mandar con dignidad, debes servir con diligencia.
Reyes o gobernantes no son los que llevan cetro, sino los que saben mandar.
Una de las alegrías de la amistad es saber en quien confiar.
No siempre lo posterior a un momento determinado significa progreso.
Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error.
Dad con cara amiga, con aquel callar púdico que hace agradable el don
No existen deberes innobles