Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.
Un amigo me preguntaba porqué no construíamos ahora catedrales como las góticas famosas, y le dije: "Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión".
Un discípulo de quien jamás se pide nada que no pueda hacer, nunca hace todo lo que puede.
No existe una mejor prueba del progreso de una civilización que la del progreso de la cooperación.
Como fuerza social, un individuo con una idea vale por noventa y nueve con un solo interés.
Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho.
Las leyes no se mejorarían nunca si no existieran numerosas personas cuyos sentimientos morales son mejores que las leyes existentes.