La mediocridad es excelente en los ojos de los mediocres.
Lo que nunca deseo, ni siquiera en los peores momentos, es un estado intermedio entre lo bueno y malo, una especie de término medio tibio y soportable. No, preferible exagerar el arco -mejor un martirio aún peor y en compensación los momentos felices tanto más esplendorosos.
Frente a la muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes.
La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.
Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.
Entre un hombre culto y un erudito hay la misma diferencia que entre un libro y un índice de materias.
La galantería es un juego en el que todo el mundo hace trampas; los hombres se juegan la sinceridad y las mujeres el pudor.
No deja de ser humillante para una persona de ingenio, saber que no hay tonto que no le pueda enseñar algo.
Como el miedo es el mayor suplicio de los tiranos, el crimen más irremisible a sus ojos, es hacerles sentir miedo.