Morir, morir... Morir no es nada. Empieza pues por vivir. Es más divertido y más largo.
Jamás mueren en vano los que mueren por una causa grande.
Cuando vienes al mundo, lloras. Cuando mueres, el mundo calla.
Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he aprendido cómo morir.
Cuando no se ha sabido vivir, menos aún puede saberse morir.
Al negarnos a aceptar un poder superior inmutable que nos supera, hemos colmado el vacío a golpe de imperativos personales y, súbitamente, nuestra vida se ha vuelto espeluznante.