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El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él.
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Las grandes almas tienen voluntades; las débiles tan solo deseos.
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No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que anide en tu cabellera.
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El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, mas luego se clarifica.
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Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta.