La lectura es una conversación con los hombres más ilustres de los siglos pasados.
La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo.
Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él.
Leer es encontrar algo que va a existir.
Cuando se lee un libro según qué estado de ánimo, sólo se encuentran en él interpretaciones de ese estado.
Ya no hay artistas como los de antaño, de aquellos cuya vida y alma eran el instrumento ciego del apetito de belleza, órganos de Dios mediante los cuales se probaba a sí mismo su existencia. Para ellos el mundo no importaba. Nadie supo nada de sus dolores. Se acostaban tristes todas las noches y contemplaban la vida humana con una mirada de asombro, igual que nosotros contemplamos un hormiguero.
Cuando uno quiere realizar una obra artística, es preciso que se eleve por encima de los elogios y de las críticas. Cuando se tiene delante un ideal claro y preciso, hay que empeñarse en dirigirse hacia él en linea recta, sin distraerse con lo que encuentra en el camino.
Cuando miramos la verdad de soslayo o de perfil, siempre la vemos mal. Son pocos los que saben contemplarla de frente.
El autor deber estar en su obra como Dios en el universo; presente en todas partes, pero en ninguna visible.
Un hombre que juzga a otro hombre es un espectáculo que me haría estallar de risa si no me diese piedad.