Entre las cualidades más esenciales del espíritu humano está la confianza en uno mismo y el crear confianza en los demás.
La confianza, como el arte, nunca proviene de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas la preguntas.
La confianza ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan.
Nuestro ánimo se inclina a confiar en aquellos a quienes no conocemos por esta razón: porque todavía no nos han traicionado.
La confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito.
Es completamente lícito para una católica evitar el embarazo recurriendo a las matemáticas, aunque todavía está prohibido recurrir a la física o a la química.
Para todo problema humano hay siempre una solución fácil, clara, plausible y equivocada.
La fe puede ser sucintamente definida como una creencia ilógica en que lo improbable sucederá.
Vive de manera que puedas mirar fijamente a los ojos de cualquiera y mandarlo al diablo.
El hombre se hace civilizado no en proporción a su disposición para creer, sino en proporción a su facilidad para dudar.