No pudiendo cambiar los hombres, se cambian sin tregua las instituciones.
La ley es inexorable, como los perros: no ladra más que al que va mal vestido.
La ley suprema es el bien del pueblo.
La multitud de leyes frecuentemente presta excusas a los vicios.
Cuando los hombres son puros, las leyes son inútiles; cuando son corruptos, las leyes se rompen.
La primera obligación de la inteligencia es desconfiar de ella misma.
Para hacerse oír, a veces hay que cerrar la boca.
Tenía la conciencia limpia; no la usaba nunca.
Muchos que quisieron traer luz, fueron colgados de un farol.
El carácter no se quiebra, pero se estira