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La primera obligación de la inteligencia es desconfiar de ella misma.
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Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.
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Para hacerse oír, a veces hay que cerrar la boca.
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Tenía la conciencia limpia; no la usaba nunca.
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El carácter no se quiebra, pero se estira