Por bien que uno hable, si habla en demasía acabará diciendo alguna necedad.
Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz.
Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar toda duda.
Despacito y buena letra: el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas.
Hablar con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala.
Reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos.
Hace uno bien en alabarse a sí mismo, cuando no encuentra otro apologista.
El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento.
En el estudio no existe la saciedad.
La filosofía es una meditación de la muerte.