La mediocridad es excelente en los ojos de los mediocres.
Lo que nunca deseo, ni siquiera en los peores momentos, es un estado intermedio entre lo bueno y malo, una especie de término medio tibio y soportable. No, preferible exagerar el arco -mejor un martirio aún peor y en compensación los momentos felices tanto más esplendorosos.
Frente a la muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes.
La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.
Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.
En cuanto a la lógica, sus silogismos más bien sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas, que para aprender.
Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino.
Hay una pasión superior a todas y es la satisfacción interior por el bien que hacemos a los otros.
A menudo es preferible una falsa alegría a una tristeza cuya causa es verdadera.
Las almas grandes son capaces tanto de los mayores vicios como de las más excelsas virtudes.