Para liberarse, la mujer debe sentirse libre, no para rivalizar con los hombres, sino libres en sus capacidades y personalidad.
La revolución feminista ha convertido a la mujer en ese tipo de hombre que a mí me entristecía cuando era joven, ese que tenía que trabajar de nueve a cinco de manera aburrida y nunca era dueño de su destino. Ahí es donde acabó su revolución, su asalto al poder.
Una revolución no es digna de llamarse tal si con todo el poder y todos los medios de que dispone no es capaz de ayudar a la mujer —doble o triplemente esclavizada, como lo fue en el pasado— a salir a flote y avanzar por el camino del progreso social e individual.
La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano.
Sólo después de que las mujeres empiezan a sentirse en esta tierra como en su casa, se ve aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Ellas demuestran deslumbrantemente que no es la inferioridad de las mujeres lo que ha determinado su insignificancia
Para las mujeres el mejor afrodisiaco son las palabras; el punto G está en los oídos, el que busque más abajo está perdiendo el tiempo.
La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.
Memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, y optimismo desafiante para encarar el futuro.
Al final, sólo se tiene lo que se ha dado.
La guerra es la obra de arte de los militares, la coronación de su formación, el broche dorado de su profesión. No han sido creados para brillar en la paz.