Para conocer a la gente hay que ir a su casa.
Si me hubiese quedado tranquilo en mi casa en vez de irme a sufrir por el mundo, ¡no me habría ahorrado pocas penas y pocos zapatos!
Nuestro amor es el hogar, y el hogar pueden abandonarlo nuestros pies pero nunca nuestros corazones.
Al comprar una casa, piensa en el vecino que adquirirás con ella.
El hogar es la prisión de la soltera y el hospicio de la casada.
No sé yo que haya en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas.
El amor tiene fácil la entrada y difícil la salida.
El oro es como las mujeres, que todos dicen mal de ellas y todos las desean.
La verdad de ninguna cosa tiene vergüenza sino de estar escondida.
Que pobreza no es vileza mientras no hace cosas malas.