Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber.
La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento. Son los que saben poco, y no los que saben más, quienes afirman tan positivamente que este o aquel problema nunca será resuelto por la ciencia.
El malo lo es por ignorancia, y por tanto se cura de ello con la sabiduría.
¡Qué felices somos mientras las cosas no tienen todavía nombre, mientras todo se revela por una vez y para siempre, mientras no sabemos nada del caprichoso renacer de las formas!
Pensar es como vivir dos veces.
Los deseos deben obedecer a la razón.
La naturaleza ha puesto en nuestras mentes un insaciable deseo de ver la verdad.
En cuanto a la adversidad, difícilmente la soportarías si no tuvieras un amigo que sufriese por ti más que tu mismo.
La amistad es un acuerdo perfecto de los sentimientos de cosas humanas y divinas, unidas a la bondad y a una mutua ternura.