Para liberarse, la mujer debe sentirse libre, no para rivalizar con los hombres, sino libres en sus capacidades y personalidad.
La revolución feminista ha convertido a la mujer en ese tipo de hombre que a mí me entristecía cuando era joven, ese que tenía que trabajar de nueve a cinco de manera aburrida y nunca era dueño de su destino. Ahí es donde acabó su revolución, su asalto al poder.
Una revolución no es digna de llamarse tal si con todo el poder y todos los medios de que dispone no es capaz de ayudar a la mujer —doble o triplemente esclavizada, como lo fue en el pasado— a salir a flote y avanzar por el camino del progreso social e individual.
La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano.
Sólo después de que las mujeres empiezan a sentirse en esta tierra como en su casa, se ve aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Ellas demuestran deslumbrantemente que no es la inferioridad de las mujeres lo que ha determinado su insignificancia
También vamos a estar unidos detrás de nuestro presidente mientras él y sus asesores planean las acciones necesarias para demostrar la decisión y compromiso de Estados Unidos. No sólo para buscar, sobre el castigo a los culpables, sino para dejar muy claro que no sólo los que albergan a terroristas, sino los que de alguna manera les ayudan o proporcionan comodidad en alguna forma ahora se enfrentarán a la ira de nuestro país. Y espero que ese mensaje haya llegado a través de todo el mundo a cualquier sitio donde necesite ser escuchado. O estás con América en nuestro tiempo de necesidad o no lo estás
Tengo un millón de ideas. El país no se puede permitir todas