Los celos son la medianería entre el amor y el odio.
Menudencias leves como el aire son para el celoso pruebas irrefutables como un testimonio de las Sagradas Escrituras.
Los celos de la mujer proceden ordinariamente del despecho; los del hombre son hijos del egoísmo.
Ni siquiera la prueba de lo absurdo de sus sospechas podrá consolar al celoso, porque los celos son una enfermedad de la imaginación.
El que no tiene celos no está enamorado.
La belleza es una carta de recomendación a breve plazo.
La galanteria es una intriga amorosa en la que queremos que el adversario nos aventaje.
Una mujer llega a la convicción de que es amada, más por lo que adivina, que por lo que le dicen.
El amor es una comedia en la cual los actos son más cortos y los intermedios más largos que en ninguna otra: ¿cómo llenar los intermedios sino con las fantasías?.
Cuando nuestros sueños se han cumplido es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad.