Los celos son la medianería entre el amor y el odio.
Menudencias leves como el aire son para el celoso pruebas irrefutables como un testimonio de las Sagradas Escrituras.
Los celos de la mujer proceden ordinariamente del despecho; los del hombre son hijos del egoísmo.
Ni siquiera la prueba de lo absurdo de sus sospechas podrá consolar al celoso, porque los celos son una enfermedad de la imaginación.
El que no tiene celos no está enamorado.
Quien no amó nunca no ha vivido jamás.
Sin lugar a dudas, es importante desarrollar la mente de los hijos. No obstante el regalo más valioso que se les puede dar, es desarrollarles la conciencia.
La mujer celosa cree todo lo que la pasión le sugiere.
Los cobardes son crueles, el amor y la misericordia sólo acompañan al valiente
La envidia es una especie de alabanza