Para conocer a la gente hay que ir a su casa.
Si me hubiese quedado tranquilo en mi casa en vez de irme a sufrir por el mundo, ¡no me habría ahorrado pocas penas y pocos zapatos!
Nuestro amor es el hogar, y el hogar pueden abandonarlo nuestros pies pero nunca nuestros corazones.
Al comprar una casa, piensa en el vecino que adquirirás con ella.
El hogar es la prisión de la soltera y el hospicio de la casada.
El único y verdadero espíritu de tolerancia consiste en tolerar conscientemente la mutua intolerancia
No hay un espíritu bien conformado al que le falte el sentido del humor