En cuantas cosas emprendemos hay que conceder dos terceras partes a la razón y la otra tercera a la casualidad: aumentad la primera fracción y seréis pusilánimes; aumentad la segunda y seréis temerarios.
Todas las cosas humanas penden de un tenue hilo, y lo que estuvo firmemente establecido se derrumba repentinamente.
La casualidad está siempre al acecho. Ten siempre echado el anzuelo; en el remanso menos sospechado puede estar tu pez.
El hombre tiene mil planes para sí mismo. El azar, sólo uno para cada uno.
En la vida hay que tener en cuenta el azar. El azar, en definitiva, es Dios.
Los celos son una mezcla explosiva de amor, odio, avaricia y orgullo.
Nos gusta llamar testarudez a la perseverancia ajena pero le reservamos el nombre de perseverancia a nuestra testarudez.
Sólo se inventa mediante el recuerdo.
El hombre todo lo perfecciona en torno suyo; lo que no hace es perfeccionarse a sí mismo.
El amor nace de nada y muere de todo.