Prefiero los malvados a los imbéciles. Aquéllos, al menos, dejan algún respiro.
El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad.
La maldad no es algo sobrehumano, es algo menos que humano.
Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.
El recuerdo del mal pasado es alegre.
Gobernar no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan.
El dictador más difícil de odiar es uno mismo
El poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene
Lo leemos en los Evangelios: cuando a Jesucristo le preguntan qué es la verdad, él nunca contesta