Ni siquiera un dios puede cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo.
La victoria es por naturaleza insolente y arrogante.
La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva.
La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén.
Averguénzate de morir antes de haber conseguido alguna victoria para la humanidad.
Os digo que vamos a cortarle la cabeza con la corona sobre ella
Se trata de un justo juicio de Dios sobre esos miserables bárbaros, que han ensangrentado sus manos con tanta sangre inocente
No soy ni heredero ni ejecutor de Charles Stuart
Unos pocos hombres honestos son mejores que los números
La necesidad no tiene ley