El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos.
Si el hombre alcanzara la mitad de los deseos que tiene, redoblaría sus inquietudes.
Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
Los deseos deben obedecer a la razón.
Sólo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos.
No tenemos que adquirir la humildad. La humildad está en nosotros, lo que pasa es que nos humillamos delante de falsos dioses.
Al luchar contra la angustia uno nunca produce serenidad; la lucha contra la angustia sólo produce nuevas formas de angustia.
¿Por qué he de preocuparme? No es asunto mío pensar en mi. Asunto mío es pensar en Dios. Es cosa de Dios pensar en mi.
Cuando una contradicción es imposible de resolver salvo por una mentira, entonces sabemos que se trata de una puerta.
Sólo el equilibrio aniquila la fuerza