Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber.
Nada perturba tanto la vida humana como la ignorancia del bien y el mal.
La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento. Son los que saben poco, y no los que saben más, quienes afirman tan positivamente que este o aquel problema nunca será resuelto por la ciencia.
El malo lo es por ignorancia, y por tanto se cura de ello con la sabiduría.
La felicidad ininterrumpida aburre: debe tener alternativas.
Los médicos no son para eso; su misión es recetar y cobrar; el curarse o no es cuenta del enfermo.
El celoso ama más, pero el que no lo es ama mejor.
Somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos.
Esforcémonos en vivir con decencia y dejemos a los murmuradores que digan lo que les plazca.