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Luchar contra nuestro destino sería un combate como el del manojo de espigas que quisiera resistirse a la hoz.
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El amor hallará su camino, aunque sea a través de senderos por donde ni los lobos se aventurarían a seguir a su presa.
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El arte, la gloria, la libertad se marchitan, pero la naturaleza siempre permanece bella.
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El hombre es un péndulo entre la sonrisa y el llanto.
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Cuando la edad enfría la sangre y los placeres son cosa del pasado, el recuerdo más querido sigue siendo el último, y nuestra evocación más dulce, la del primer beso.