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La medicina ha prolongado nuestra vida, pero no nos ha falicitado una buena razón para seguir viviendo.
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Los médicos trabajan para conservarnos la salud, y los cocineros para destruirla, pero estos últimos están más seguros de lograr su intento.
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El progreso de la medicina nos depara el fin de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería.
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Cuando un médico va detrás del féretro de su paciente, a veces la causa sigue al efecto.
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Casi todos los médicos tienen sus enfermedades favoritas.