El hombre que no puede admirar nada, y que de ordinario no se maravilla de nada prosternándose en muda adoración..., es como unos lentes sin ojos detrás.
Es indicio seguro de mediocridad el alabar siempre moderadamente.
Asusta pensar que acaso las admiraciones más sinceras que tenemos son las de las personas que no nos han comprendido.
Los que saben mucho se admiran de pocas cosas, y los que no saben nada se admiran de todo.
Dos cosas me llenan el corazón con una admiración y una veneración siempre nuevas y siempre crecientes: el cielo estrellado por encima de mí y la ley moral en mi interior.
Encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo.
Las arrugas de la piel son ese algo indescriptible que procede del alma.
¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad.
Las personas felices no tienen historia.
El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres.