El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos.
Si el hombre alcanzara la mitad de los deseos que tiene, redoblaría sus inquietudes.
Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
Los deseos deben obedecer a la razón.
Sólo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos.
En el sentimiento del amor existe algo singular capaz de resolver todas las contradicciones de la vida y de dar al hombre aquella felicidad total cuya consecución es el fin de la vida.
Las mujeres saben muy bien que lo que llamamos amor sublime y romántico depende no de sus cualidades morales, sino de la frecuencia de las entrevistas, de su manera de peinarse y del color y corte de sus vestidos.
El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace.
El niño reconoce a la madre por la sonrisa.
Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a si mismo.