La historia no es más que una maldita cosa tras otra.
El valor de la historia no es científico, sino moral. La historia, el liberalizar la mente, profundizar en las simpatías y fortalecer la voluntad, nos permite controlar, no la sociedad, sino algo mucho mucho más importante, a nosotros mismos; nos prepara para vivir de una forma mucho más humana en el presente y enfrentarnos al futuro en lugar de predecirlo.
Si uno pudiera revivir para los otros algunas de las antiguas y complejas intrigas, muertas y cubiertas de telarañas, e insuflar aliento y carácter en los nombres muertos y en los rígidos retratos. Eso, en mi opinión, es historia.
Sin democracia la libertad es una quimera.
La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder.
El que revela el secreto de otros pasa por traidor; el que revela el secreto propio pasa, hijo mío, por imbécil.
Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.
La tristeza es una enfermedad en la que cada paciente debe tratarse a sí mismo.
El que tiene miedo de la pobreza no es digno de ser rico.
La imaginación es la loca de la casa.