Es porque reconocemos que el otro existe que sentimos el deseo de compartir con él la belleza de un crepúsculo, la gracia de una sonrisa, el ritmo de un poema, un recuerdo, un bien, una idea, un descubrimiento, un ideal, una decepción, una esperanza.
Es mucho más hermoso iluminar que simplemente brillar; de la misma manera es más hermoso transmitir a los demás lo que se ha contemplado que sólo contemplar.
Naces solo y mueres solo, y en el paréntesis la soledad es tan grande que necesitas compartir la vida para olvidarlo.
Por mucho que conozca todos los misterios que enseña el apóstol, aunque posea toda la ciencia, si no tengo caridad, no soy nada.
Donde hay paz y meditación no tienen cabida la ansiedad y la duda.
Señor, concédeme la serenidad de aceptar que hay cosas que no puedo cambiar; el valor de cambiar lo que puede cambiarse y la sabiduría para distinguir la diferencia.
Empieza haciendo lo necesario, después lo posible, y de repente te encontrarás haciendo lo imposible.
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz, donde hubiere odio, que ponga amor. Donde hubiere ofensa, que ponga perdón. Donde hubiere discordia, que ponga unión. (...) Donde hubiere tristeza, que ponga alegría. ¡Oh, Señor!, que no busque tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar.